A medida que pasan los años, entiendo cada vez más lo que significa que la vida es una danza. A veces queremos acelerar el proceso, o lo contrario, lo congelamos. Cuando aprendemos a danzar con el ritmo que la vida nos ofrece, es cuando realmente fluimos y se nos hace mucho más fácil superar las pruebas que nos permiten crecer. Cuando corremos, a veces sin ninguna necesidad, lo que hacemos es atropellar el proceso y después nos preguntamos: por qué me caí, estrellé, golpeé  o lastimé?Cuando aprendemos a conectarnos con nosotros, nuestro centro y todo aquello que nos rodea, podemos literalmente danzar al son de Dios. De manera que la invitación es a honrar cada instante, valorarnos para no atropellarnos, y darnos el tiempo suficiente y necesario para no alterar nuestra paz interna. @sandraalbornoz

1 Comment

Deja una respuesta